/

MENSAJES DEL CORAZÓN

4 mins read

En esta sección, exploramos las conmovedoras historias de generosidad que crecen durante la Navidad. Desde pequeños gestos hasta acciones e historias increíbles, estas narrativas reflejan el verdadero espíritu de la temporada: compartir amor y alegría con todo aquel que nos rodea ¡Acompáñanos y déjate inspirar por la magia de la bondad en esta época festiva!

Mi difunto suegro solía llevar bolsas de dulces, despensas, peluches y piñatas a una casa hogar. Lo que hacemos ahora es reunir dinero con la familia de mi suegra, comprar pizzas y refrescos, y salir la noche del 24 a buscar familias en situación de calle. Nos dividimos por colonias y entregamos cajas de pizza y refrescos para que puedan cenar en ese día.

  •  Anónimo

En nuestra segunda historia, descubriremos cómo los actos desinteresados y la bondad transforman los días de quienes los reciben. La generosidad de la gente durante la Navidad crea un impacto positivo duradero, recordándonos el poder de hacer el bien.

Hace cuatro años, mi pequeña familia de tres integrantes inició la tradición de repartir pequeños aguinaldos a los niños que encontramos en las calles durante el Día de Reyes. Desde aquel momento, hemos continuado con esta hermosa costumbre cada año.

 Ahora, hemos extendido la invitación a toda la familia, incluyendo tíos, primos y abuelos, para que también contribuyan con más dulces o juguetes. Con el tiempo, hemos logrado aumentar la cantidad de aguinaldos, lo que nos permite llevar alegría a un mayor número de niños.

Este año, salimos a repartir con aún más entusiasmo, ya que se ha sumado a la tradición nuestro otro hijo. ¡La familia sigue creciendo y también lo hace nuestra hermosa tradición solidaria!

  • Nath Díaz

 

 En esta historia, exploraremos cómo el amor y la ilusión se entrelazan en la noche de Reyes Magos, creando un momento mágico lleno de expectativas y emociones. Descubre cómo la espera de un regalo anhelado se transforma en un momento inolvidable.

Primero, permíteme expresar que, para mí, los Reyes Magos representan un momento fenomenal y mágico, especialmente ahora que soy madre. Experimento una profunda emoción al sumergirme en la alegría de estas fechas.

En mi infancia, solo recibí la visita de los Reyes Magos en casa; Santa Claus no formaba parte de la tradición, tal vez por razones culturales o por evitar gastos adicionales. Sin embargo, esto no afectaba mi entusiasmo.

 En aquellos días, mis hermanos y yo debíamos preparar tres cubetas con agua, mientras mi papá llegaba con alfalfa y una paca completa para los animales, café, galletas, leche y, por supuesto, EL ZAPATO. Un día, mi papá, probablemente cansado de tomar café helado, mal endulzado con leche medio agria, sugirió: “dejen chocolates”. Dejar mis chocolates navideños como regalos no era una mala inversión.

Hubo un día en que una niña me dijo: “los Reyes Magos no existen”. Cerré mis ojos y oídos, rogando a Dios que no fuera cierto. Me convencí a mí misma de que era imposible, que seguramente intentaba molestarme. Sin embargo, años después, enfrenté la desgarradora verdad y sufrí mucho.

Pasaron algunos años hasta que tuve la oportunidad de crear magia para mi hermana menor. Era el último año en que probablemente conservaría esa “ilusión”. Como toda niña, solicitó la casa de Barbie, esa enorme casa Malibú que, OBVIAMENTE, estaba AGOTADA en esas fechas. La misión parecía imposible.

 Ahí estábamos, los 4 Reyes Magos (mi hermano, mis papás y yo), viajando de San Luis a Querétaro en la tarde del 5 de enero. Recorrimos TODOS los centros comerciales de la ciudad sin éxito hasta las 8 o 9 de la noche. En medio de este caos, mi hermano Rey Mago comenzó a llorar, mi papá, el 2do Rey Mago, era regañado por mi mamá, la 3er Rey Mago, por no anticipar los gastos. Yo, simplemente, observaba aquel momento apocalíptico.

 De repente, la magia apareció con una llamada de una Comercial Mexicana en León, GTO, que tenía la última casa gigante de Barbie disponible. Mi mamá amenazó al empleado por teléfono, asegurándole que sería el último día de su vida si la vendía. El Rey Mago bigotón encendió motores, y a eso de las 9 de la noche, viajamos a la tienda.

Era de madrugada, no teníamos Waze en ese tiempo, y buscando en la guía roja llegamos; tristemente estaba cerrado. No lo logramos. Empecé a llorar, la señora Rey Mago tocó la puerta del centro comercial desesperadamente. De repente, como si fuera magia, abrieron el almacén y el mismo empleado amenazado nos dio entrada. Nos habían esperado. Ahí sucedió la MAGIA.

Eran alrededor de las 3 o 4 de la mañana cuando regresábamos a San Luis, emocionados, con hambre, riéndonos del empleado amenazado y agradecidos por ese momento juntos. Estábamos llegando a casa con la luz del inicio del día cuando me indicaron que subiera a supervisar a mi hermana menor. Subí corriendo y al entrar a la habitación, me recibieron esos ojos cafés que ya estaban abiertos.

 — ¿Ya llegaron los Reyes? – preguntó.

 — ¡No! Aún no, duérmete otro ratito… La abracé, y volvió a dormir. Pasó una hora máximo, volvió a despertar, me levanté a ver a mis papás y estaban dormidos. Supuse que era el momento adecuado para bajar y ver juntas, y así fue. Ahí estaba la casa de Barbie majestuosamente en la sala, soberbia, inalcanzable y magnífica. Mi hermana no podía creerlo, ni yo tampoco, ya que cuando me acerqué, vi MI ZAPATO con regalos para mí y para todos.

En qué momento sucedió, no lo sé… ¡MÁS MAGIA! Así, la ilusión regresó a mí. Los Reyes, aun en la adultez y en medio de todo el caos, no me habían olvidado. Desde entonces, ser Rey Mago se ha convertido en la experiencia más hermosa que la vida me ha brindado en estas fechas. Espero que nunca olviden de dónde proviene la magia y a dónde nos puede llevar.

  • Clau Pns