The Lamb abre sus puertas con la calma de quien confía en lo que sirve, de que lo piensa con detenimiento: una cocina británica interpretada con la precisión de un relojero y la calidez de un pub donde todo ocurre a la velocidad de una buena conversación. No es sorpresa que en la Roma Norte la oferta gastronómica se renueve con vértigo, a un ritmo casi sin precedentes. Por suerte, este es lugar que no compite por la estridencia ni por la moda fugaz. Desde fuera, nada ostentoso, anuncia su presencia a través de un cartel de un cordero, como pintado a mano; por dentro la atmósfera se vuelve íntima, con luces suaves y mesas de madera que invitan a instalarse sin prisa.
La experiencia, ideada por Poppy Powell y Federico Patiño, comienza con el aroma: mantequilla derretida, pan recién horneado, cerveza que se enfría en vasos robustos. The Lamb no se precipita; deja que los sabores lleguen de forma natural, casi como si el tiempo dentro siguiera un compás distinto al de la ciudad. La carta es breve, pero en ella cada plato parece tener un motivo de existir. Hay una línea clara: recetas clásicas inglesas con un refinamiento que no las aleja de su esencia.